martes, 27 de diciembre de 2016

La persona que casi no conocí

Julio Arce es un ingeniero venezolano que llegó hace un mes y medio a Chile. Dice que viene a trabajar.  Yo pienso que debe tener visa de turista, a menos que haya realizado los trámites burocráticos para obtener permiso de emplearse. 



Si empezamos con una descripción física puedo decir que tenía un cabello rizado, aunque  tan corto que difícilmente se  notaba.  Éste le brillaba bastante gracias al sol que daba muy fuerte a esa hora.  En cuanto a la cara,  dos líneas rectas le perfilaban la frente y luego se abrían de forma circular en los pómulos hasta llegar a la barbilla que se le hundía con un hoyuelo. Busqué en internet y dicen que el último  rasgo es de personas descendientes de europeos. Quién sabe.

Los ojos que sobresalían de la piel morena de Julio, según recuerdo, eran de tonalidad café. Los cuales expresaban cansancio y pesar. Todo debido a, posiblemente, la lejanía de su patria, la melancolía por los parientes dejados en Venezuela, la novia que esperaba volver a ver y la época de fiestas en la que nos encontramos.

El pecho lo cubría con una polera celeste y en el  lado derecho emergía un logo bordado de diversos hilos que promocionaba la organización a la que pertenecía. "Vida Sana", recuerdo que se llamaba la institución. 

Bajo las mangas, emergían sus brazos bastante musculosos que mostraban ciertas venas inflamadas las cuales se extendían desde los bíceps y concluían en el antebrazo, propias de alguien que se ejercitaba constantemente.

 Julio, además, presentaba un libro y con el pulgar hacía pasar profusamente las coloridas páginas ante mí.   

Finalmente, un cinturón marrón sujetaba el pantalón blanco que se deslizaba por sus piernas. La prenda culminaba en los zapatos de Julio.

Puedo  comentar que psíquicamente me impresionó  el dramatismo que cubría sus palabras, cuando hablaba de un tema complejo. El tono de voz  cambiaba a una profundidad que lo dejaba casi sin aliento. Parecía como si sintiera el pesar que comunicaba con la voces castellanas.

Mientras hablaba conmigo sobre el producto que vendía, los nervios lo dominaban. Jadeaba disimuladamente  hasta que se calmó y comenzó a conversar con normalidad.  Ahí me di cuenta de que la otra persona con la que pedimos un tiempo, en este caso yo, generalmente, se encuentra tranquila y dispuesta a escucharnos. La lección que aprendí, es  que para saber cómo se siente el otro, debemos vivir la situación que ellos experimentan por un momento,así las comprenderemos.

Hoy en esa conversación me pregunté qué impresión doy. Porque generalmente se sorprenden  cuando les digo lo que estudio. Parece que mi coraza refleja falta de conocimiento o tal vez los prejuicios, que todos tenemos, dibujan la realidad de una manera distinta en la percepción de quien la contempla.

Casi al concluir la plática le expresé mi punto de vista sobre los extranjeros en mi país la cual trata sobre que todo el mundo tiene derecho a emigrar.  Él me dijo que  le costaba la recepción con los habitantes de Santiago porque lo discriminaban. Nos dimos la mano entre la reja y me dijo que volvería el  6 de enero.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

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