jueves, 26 de enero de 2017

Correr a pies descalzos

Las líneas gruesas de la  ciclovía pasan a gran velocidad bajo mi bicicleta, cuando noto una persona que corre con los pies descalzos.



Dejo de pedalear y pido al cielo una oportunidad para hablar con él. Siempre me dan miedo estas situaciones, en las que debo hablar con desconocidos. 

Observo, en mi vacilación, que lleva  un pañuelo negro con rayas de distintos colores en la cabeza, una polera con algunas líneas negras en el hombro y un pantaloncillo atezado.

En medio de mi estudio, escucho a otro trotador decir entre risas, "oh mira anda sin zapatillas, qué increíble". 

Parece que la mayoría comparte mi sentimiento de sorpresa. Yo estoy fascinado. 

A veces el mundo toma la forma de una ficción, superando ampliamente a la primera, incluso paseando cerca de los autos.  

Pasamos dos semáforos. Desgraciadamente,  el símbolo verdoso se ilumina de forma seguida y se me imposibilita hablarle. Hasta que, cerca de la universidad Finis Terrae,  da la luz roja. 

El corredor, antes de llegar a la esquina, trota cada vez más lento y quedamos uno frente al otro.  Era mi oportunidad. Le pregunto, la frase que había formulado hace unas cuadras, "¿señor, usted siempre entrena descalzo?".

El consultado me mira y al mismo tiempo se quita el pañuelo  y me responde "¿por qué usamos zapatillas?" Yo expresé que las utilizábamos para cuidarnos de lo que pudiera haber en el piso.  Luego, vino otra pregunta: " ¿nosotros nacemos con zapatillas?"  Obviamente, afirmo que no y él, complacido, asiente. 

El corredor, lo llamaremos Carlos,  determinó que las zapatillas atrofian el pie como cualquier otro músculo que no utilizamos. El daño  más importante se produce en un músculo dispuesto en el arco del órgano, pasa su dedo índice por él.

Antes de comenzar con el entrenamiento, leyó un libro sobre el tema y pasaron dos años desde ese día. Dice que se debe tener personalidad para hacerlo, porque muchos quedan extrañados y no preguntan, sólo ríen, no como lo realicé yo. En ese momento, revelé mi identidad como todo un detective, y le dije que estudiaba periodismo.

Mueve un poco el cuello, ahora Carlos, acostumbrado a impactar,  se muestra desconcertado. 

Comenté que me daba temor preguntarle y que por eso lo seguí tanto tiempo. Entonces, vino un consejo que no olvidaré, "nunca tengas miedo a preguntar. Tonto es el que no pregunta. Hazlo tantas veces quieras.  Aunque parezcas tonto".

Percibí que tenía un estilo de vida, cuyo acceso se hallaba en sus pies. Carlos no lleva reloj, gira las muñecas, ante sí, para demostrarlo. Sólo utiliza un cronómetro, que indicaba  00:35 al enseñarlo, el tiempo que llevaba corriendo, que volvió a poner en la bolsa donde también guarda unas sandalias.

Estas últimas las utiliza cuando corre en las montañas. Son negras, tienen un diseño corrugado, parecen de muy buena calidad. A pesar de que no demuestra mucho afecto por los objetos. 

Determina que podemos vivir bien con poco. Lo demás, era la proyección del ego, el orgullo y estimó que yo debía aprender a dejar esa característica de lado, desde chiquitito.

Ya nos habíamos despedido. Carlos estaba cerca del semáforo,  sonrió, se dirigió a la tierra y hundió los pies en ella cerca de las plantas.  Vociferó alegre "¿quién puede hacer esto?" y yo grité "sólo usted". 


viernes, 6 de enero de 2017

UNA BRUJA ME VISITA

¡Es verdad, conocí a una bruja!  Ésta Llegó a mi casa, por casualidad, a arreglar el vidrio que desde hace un tiempo permanecía trizado en el salón.



La dejé pasar. Yo estaba solo y eso me permitió observar los grandes cabellos castaños que le caían, desde una partidura blanca en la cabeza.  Se veía grasoso y delgado.

Trabajaba diligentemente. El silencio se aliaba a su labor. Las manos demostraban su edad. Habrá tenido cincuenta años, por lo menos eso comunicaban las manchas oscuras de su piel.

Aquello me dio a entender que, probablemente, las brujas también envejecían.

Se acercó al vidrio. Comprobó que podría romper la piscina inflable que manteníamos afuera en la terraza. Aunque no fue impedimento para ella. Llamó a través del teléfono y dijo, en clave, que haría "un invento".

Caminó hacia el vidrio con  el tollo o corta cristales.  En el material transparente apoyó el instrumento  y aparecieron líneas blancas que se transformaron en triángulos, los cuales caían uno por uno al suelo.

Es probable que sea irrelevante las innumerables arrugas que tenía en las botas cafés, justamente en la sección donde se dobla el pie al caminar, o el disimulado agujero que emergía del  pantalón acompañado de hilachas azules. No obstante, fue lo primero que me fije de su atuendo.

Terminó de poner el vidrio, las manos que alguna vez tuvieron  las venas gruesas, similares a surcos zigzagueantes previas a los nudillos, actualmente mostraban una piel tersa sin relieves extraños.

Al concluir su misión, se dirigió a la puerta, aunque volvió hacia mí. De esa manera, pude ver sus ojos que eran de color miel, navegando en un mar blanco, señido de arterias rojas dilatadas. La pupila no existía y percibí  mi reflejo en sus iris castaños.

Antes de marcharse, afirmó esto:  "tendrás una larga vida", "cuida tus manos, es tu punto débil", "intuyes, pero eres muy racional por lo que dejas pasar muchos avisos" y concluyó diciendo "en ti vive un espíritu antiguo que tiene una tarea pendiente".

Cerró sus labios, revestidos de pelos invisibles en el lugar donde nacen los bigotes. Giró la cabeza, evidenciándose el tabique recto de la nariz, y jamás la volví a ver.

lunes, 2 de enero de 2017

¿Mariposa o mujer?



¿La mariposa?

Sí, la mariposa fue lo que más me sorprendió de ella. 

¿Vivía?

Solo la recuerdo  petrificada sobre un fondo pálido semejante a las estrellas.

¿En ese lugar pasaba sus jornadas?

Sí, en esa espacio, impresionante,  pasaba sus días.

¿Te encuentras impactado?

¿Cómo no estarlo? Esa locación formaba parte de  un medallón oval.

¿Qué le ocurrió  finalmente a la figura alada?

Cuando la observé, de súbito, se cubrió con una prenda púrpura. Así supe que aquel, era un buen lugar para protegerse o dejar de cambiar.